El año 2017 reveló las crecientes contradicciones y tensiones del actual sistema mundo, derivado del dominio global del capital, crisis económica y las disputas por el control de los territorios de importancia estratégica. Rusia y China indudablemente fueron protagonistas claves para preservar cierta estabilidad en este mundo multipolar, amenazada por la pretensión imperial de viabilizar sus sueños de dominio de amplio espectro.Simona V. Yagenova, Alainet
El arribo del régimen trumpista viabiliza un nuevo ciclo de saqueo y despojo oligárquicos con políticas de empobrecimiento, debilitamiento de políticas sociales y desinversión en la clase trabajadora norteamericana, que afecta especialmente a la población afrodescendiente, los migrantes, y quienes viven de sus magros ingresos salariales. Quizás ningún presidente de este país ha sido tan franco en manifestar su ignorancia, su xenofobia, su racismo, su menosprecio de las mujeres y su afinidad con la supremacía blanca y pensamiento cuasi neofascista. Trump añade un ingrediente de riesgo para una ya inestable configuración global, dado que al actual régimen estadounidense le importa muy poco el multilateralismo, las leyes internacionales, los derechos humanos o la opinión de la comunidad internacional. Esto no constituye, como lo plantean algunos, los fundamentos de una política de aislamiento, sino revelan el descaro y la impunidad con que el imperio ha actuado históricamente; no obstante, constituye un cambio de coyuntura global en el que se intensifican los escenarios de riesgo, polarización e inestabilidad. Trump, rodeado de generales, oligarcas y la ultraderecha, y enfrentado por el establishment demócrata por diferencias tácticas en el manejo de la política interna y externa, cumple sin embargo a cabalidad los lineamientos del complejo industrial militar que aspira a recuperar control e influencia decisivo sobre América latina y el Caribe profundizando las atávicas políticas intervencionistas y chantajistas; ampliar la caotización- destrucción de Oriente Medio centrándose ahora en la desestabilización de Irán, y enfrentar la alianza China-Rusa que en materia económica-financiera es considerado una amenaza a sus intereses geoestratégicos de dominio global.
Si bien, en algunos temas la Unión Europea ha querido distanciarse de la política internacional del régimen trumpista, (Cambio climático, UNESCO, Cuba, Palestina, etc.), en lo fundamental sigue subordinada a su perspectiva geoestratégica, y no constituye un contrapeso significativo. El resurgimiento de los nacionalismos, el cuestionamiento al modelo de la UE, el crecimiento de la ultraderecha y la persistencia de una crisis económica que no parece tener posibilidades de solución a corto plazo, sin que emergiera una perspectiva distinta sobre el rol que la UE debe tener globalmente, parece indicar pocos cambios a corto plazo en su actuación en el escenario global. Son alentadoras la emergencias de movimientos políticos como Podemos en España, Left Unity en Gran Bretaña, La Francia Insumisa, el Movimiento 5 Estrellas y Poder para el Pueblo en Italia, entre otros, que surgen en respuesta a la crisis de la socialdemocracia europea, vigorosas luchas de los movimientos sociales y tienen la oportunidad de iniciar un nuevo ciclo de renovación en el pensamiento y práctica política de la izquierda europea.