martes, 14 de septiembre de 2010

Adam Smith y el origen de la teoría económica


Adam Smith, es quizá el más famoso economista del mundo, de hecho, es considerado el padre de la economía moderna al ser el autor intelectual de una teoría que combina la historia, la naturaleza humana, la ética y el desarrollo económico de manera ejemplar. Este autor nació en 1723 en la pequeña ciudad escocesa de Kirkcaldy, justo al norte de Edimburgo, y fue el hijo único de un padre que murió pocos meses antes y de una madre que vivió hasta los noventa años.

A los 14 años, Adam Smith obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Glasgow y más tarde otra para la Universidad de Oxford. Fue uno de los filósofos más importantes de su época y pronunció conferencias sobre ética, teología natural, jurisprudencia y economía política. Fue discípulo de Frances Hutcheson, amigo de David Hume y Francois Quesnay, y consta que sus discípulos viajaban de varios países europeos a escuchar sus ideas progresistas sobre la filosofía moral que fue la base de la ética kantiana.

La teoría de los sentimientos morales


Aunque Adam Smith era tímido y retraído, fue un excelente profesor y conferencista, querido por colegas y discípulos. En 1759, a los 36 años, publicó el primero de sus dos libros, La Teoría de los sentimientos morales, considerada una obra cumbre y excepcional en la historia intelectual del mundo, que fue aplaudida por David Hume, pese a tensionar su Treatise of Human Nature (1739). Se trata de una obra pionera en la ética y la filosofía moral, que precede a la obra monumental de Immanuel Kant. Por ello no es extraño que Kant dedique siempre palabras generosas a Adam Smith.

La importancia de esta obra es el cuestionamiento que hace Smith a la tesis de Thomas Hobbes planteadas en El Leviatán (1651) que considera al hombre un depredador del hombre homo homini lupus, el hombre es el lobo del hombre. Smith se opone a la idea de un hombre inseguro y precario que ve en otro hombre a un competidor con el cual tendrá una guerra a muerte. Para Hobbes, es esta precariedad humana la que obliga la creación del Leviatán, el Estado Político al cual el hombre transfiere su libertad y, por tanto, su capacidad de asesinar. Casi 90 años más tarde, Hume fue muy débil en su Tratado de la Naturaleza Humana. El cambio radical lo hace Smith, quien demuestra que el hombre tiene la facultad de la empatía, lo que permite a un sujeto ponerse en el lugar de otro sujeto. Con esto ofrece una concepción dinámica e histórica de la naturaleza humana, criticando la concepción utilitarista planteada por David Hume, su maestro y amigo.

En 1764, Smith dejó la enseñanza para aceptar un puesto como tutor para el hijo de un duque y pasó varios años en el continente, en particular Francia, tomando contacto con muchos pensadores franceses como Francois Quesney, la figura principal del movimiento conocido como Los Fisiócratas considerada la primera escuela de pensamiento económico. Quesnay es el autor del Tableau economique y el constructor de los esquemas del flujo circular de la renta y el gasto, que ejerció una gran influencia en Smith. A su regreso a Escocia, se retiró a Kirkcaldy y pasó 10 años en el estudio y la escritura, repensando las ideas de los fisiócratas que pensaban que cualquier política que produjera el efecto de ampliar el flujo circular era coherente con el crecimiento económico.

La riqueza de las naciones


Este análisis del proceso de crecimiento económico, se encuentra desarrollado en su obra más famosa: Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, publicada en 1776, año de la independencia de Estados Unidos, y de la muerte de David Hume. En esta obra Smith continúa su linea antihobbsiana demostrando que el hombre es un ser social que colabora y participa con otros hombres. Temas como la división del trabajo y su clásico ejemplo de la fabricación de alfileres, el origen y uso del dinero, los precios de los bienes, los salarios de los trabajadores, los beneficios de los accionistas, la renta de la tierra y la fluctuación de los valores de la plata y el oro, son analizados en el primero de los cinco libros que componen La riqueza de las naciones.

En el Libro II, Smith se aventura en una tesis sobre el Capital y una distinción sobre el trabajo productivo y el trabajo improductivo, tema que retoma Karl Marx en El Capital. En el Libro III traza un relato del desarrollo de Europa desde la caída del Imperio Romano, mientras el Libro IV analiza y critica las políticas comerciales de los países europeos y traza los argumentos en favor del libre comercio. Toda la extensión del Libro V la deja para la recaudación de los tributos, con gran detalle histórico sobre los diferentes métodos de defensa, administración de la justicia, el poder de la Iglesia, el origen y el crecimiento de los ejércitos, y el manejo de la deuda pública en las naciones modernas. Como vemos, Smith aborda una gran variedad de temas económicos, todos de gran relevancia.

El éxito que tuvo esta obra monumental opacó el éxito alcanzado por La teoría de los sentimientos morales, en una brecha que se fue acrecentando con el tiempo. Incluso, en muchos casos, se toma La riqueza de las naciones como la obra central del pensamiento de Smith sin hacer referencia al marco ya existente en La teoría de los sentimientos morales. Este abandono se hace más evidente en las relaciones entre ética y economía que plantea Smith en su primera obra, así como en la necesidad de reconocer la pluralidad de las motivaciones humanas, y las exigencias que pone a la racionalidad.

Un elemento a tomar en cuenta en el análisis de la obra de Smith es la influencia que tuvo el poema alegórico de Bernard de Mandeville La fábula de las abejas, texto que argumentaba que los vicios individuales hacen la prosperidad pública. Este elemento se convierte en uno de los temas centrales de la obra de Smith, quien señala que la motivación para el cambio económico en el mercado no tiene que valerse de ningún otro objetivo que la búsqueda del interés propio. En el pasaje más citado de La riqueza de las naciones, Smith escribe:

“No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero que esperamos nuestra cena, sino de su relación con su propio interés. Nos dirigimos, no a su humanidad sino a su amor propio”
En la tradición de la interpretación de Smith como el gurú del egoísmo (como a menudo se le llama), la lectura de sus escritos no parece ir más allá de esas pocas líneas, a pesar de que esta frase da cuenta de un tema concreto como es el intercambio, y nada dice sobre la distribución o la producción. Smith discute el funcionamiento del sistema económico en general, y del mercado en particular, en relación a que los seres humanos no se guían solo por el beneficio propio, pues sostiene que la humanidad, la justicia, la generosidad y el espíritu público, son cualidades centrales para el funcionamiento de la sociedad.

La mano invisible

La “mano invisible” es una de las ideas centrales de Smith, aunque en su origen no hay una confianza ciega en el mercado:
Pero es sólo por su propio provecho que un hombre emplea su capital en apoyo de la industria; por tanto, siempre se esforzará en usarlo en la industria cuyo producto tienda a ser de mayor valor o en intercambiarlo por la mayor cantidad posible de dinero u otros bienes… En esto está, como en otros muchos casos, guiado por una mano invisible para alcanzar un fin que no formaba parte de su intención. Y tampoco es lo peor para la sociedad que esto haya sido así. Al buscar su propio interés, el hombre a menudo favorece el de la sociedad mejor que cuando realmente desea hacerlo.
En los tiempos de Adam Smith una de las obras cumbres de la ciencia era los Principios Matemáticos de Isaac Newton (1667). Es Newton el que introduce la idea de mano invisible cuando, al referirse a los astros en el Universo, señala que estos parecen estar ordenados “por la mano invisible de Dios”. A Smith le gusta esta idea de una “mano invisible” que ordena las actividades en el mercado, pero asegura que nadie puede estar guiado por motivos de rentabilidad pura. Smith está convencido de que para el correcto funcionamiento de una economía de mercado se deben regular sus falencias. Por eso defiende las ideas de la Economía Política que buscan asegurar al Estado los ingresos suficientes para proveer los servicios públicos como la educación gratuita y el alivio a la pobreza.

El tema de la desigualdad y la pobreza es clave para Smith y por eso las políticas económicas deben enmendar esta falla. Smith es plenamente conciente de que una ampliación de la desigualdad puede arrastrar al colapso a la economía de mercado, y por eso que para su correcto funcionamiento el Estado debe garantizar el acceso de todos los agentes económicos a los mecanismos de mercado, sea por la vía de la regulación y por la intervención. Al contrario de las ideas que se han masificado, Smith fue un claro defensor de la estructura institucional y de los valores sociales que trascienden el afán de lucro. Con las introducción de las ideas de una economía de mercado abierta a todos los hombres, Smith logra superar el doloroso conflicto existente entre Estado e individuo. Hace 234 años y en las puertas de la revolución industrial, Smith vislumbró un futuro promisorio para la humanidad donde los temas de la ética, la economía y el desarrollo eran indisolubles.
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Este artìculo fue publicado en El Blog Salmón

3 comentarios:

  1. Deberias bajate el libro, hitler gano la guerra, y en el blog de Joan Fliz (expediente joan Fliz) puedes bajartelo.

    El libro explica como John Nash fue relegado a unos minutos de la literatura economica de las universidades por temor a que el alumnado descubriera como Nash habia relegado toda la teoria del ingles al vertedero del absurdo.

    saludos

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  2. Adam Smith no es el padre del capitalismo salvaje. Su teoría es equilibrada y no se reduce solo a lo económico. Cuando habla de "mano invisible" se está refiriendo solo al aspecto comercial, dentro de un mercado que está mediado no solo por lo económico, sino también por valores e instituciones políticas y sociales, incluidos los sentimientos de altruismo y fraternidad humana.

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