Estados Unidos y sus aliados se han arrogado la prerrogativa política de excluir a Rusia de una manera que habría sido inimaginable con la URSS.
Sonja van den Ende, SCF
Berlín, Alemania, en 1936, fue sede de unos Juegos Olímpicos plagados de tensiones internacionales. El Partido Nazi liderado por Adolf Hitler tomó el poder en 1933. Berlín ganó la candidatura para albergar los juegos en la 29ª Sesión del Comité Olímpico Internacional el 26 de abril de 1931.
Era la primera vez que el evento deportivo cuatrienal se televisaría y las transmisiones de radio llegarían a 41 países. Alemania quería mostrar al mundo que era un país moderno, próspero y democrático. Para la ocasión, se eliminaron las consignas antisemitas, que no sólo afectaban a los judíos sino también a los gitanos (romaníes), los eslavos, los africanos y los asiáticos.
Se pueden hacer fácilmente comparaciones con las tensiones internacionales y las ambiciones políticas creadas de los Juegos Olímpicos de 2024, que se celebrarán en París del 26 de julio al 11 de agosto. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha tratado personalmente de hacer del evento un escaparate de las presuntas proezas nacionales. Los esfuerzos de orquestación política y propaganda son similares a los juegos de Berlín de 1936.